Levantarte por la mañana, desayunar sin mayor pretensión que volver a la cama o perder el tiempo un rato, coger una guitarra y hacerla sonar, contar algo, cantar y ver como las palabras corren simpáticas por su entorno. Tan solo perder el tiempo, tan solo, encontrar el tiempo que tan bien nos sienta perder.
Enamorarse del proceso creativo, cuidar hasta del último detalle de nuestros proyectos. Ponerse una camiseta con un #doityourself impreso y pensar “no hay nadie que nos pare”. Componer, escribir, producir, maquetar y hasta diseñar si hiciera falta. Salir a buscar bolos, pegar carteles y entre una cosa y otra, o durante, si la cosa se complica, mirar a la vida buscando nuevas canciones que traigan nuevas letras, nuevas producciones, nuevas maquetaciones y hasta nuevos diseños, pues siempre hacen falta.
Y así, exhaustos, felices y con ganas de perder un tiempo que no tenemos, reconfortarse al saber que, aún “esclavos de nuestro entusiasmo”, estamos haciendo lo que queremos.
De eso trata “El Gran Domingo”, de buscar la calma y el disfrute dentro de un mundo de irremediable prisa, de intentar estirar con cuidado lo que importa del día, de llegar cinco minutos tarde por elegir el camino más bonito.